domingo, 10 de junio de 2007

Valle de Moracha

Ya lo dice el refrán, "hasta el cuarenta de mayo..."

Era 10 de junio y el viento de poniente hacía de la jornada un día especialmente agradable para caminar por el campo en estas fechas. Decidimos dirigirnos al valle de Moracha un lugar que probablemente guardaría más humedad que otros lugares de los Alcornocales.


Al pasar la cancela de acceso a la finca del mismo nombre nos sorprende la cantidad de mariposas y flores que aun persisten por estas latitudes. Los helechos ya bastante grandes y los quejigos con sus frondosas copas nos invitan a disfrutar en nuestro paseo. Las dedaleras (digitalis pupurea) aparecen por todos lados con una frecuencia sorprendente. Conforme avanzamos por la pista revoletean alrededor nuestra una y otra vez gran cantidad de mariposas, medioluto ines, doncella gaditana, etc.

La pista poco a poco va ascendiendo adentrándose en el valle cruzando arrollos donde aparecen gladiolos palustres, lirios, etc.
En un recodo del camino un ruido ajetreado en la vegetación nos llama la atención, una cierva jóven aparece entre los helechos y corre apresurada. El frescor de la sombra, el aire y la experiencia vivida nos confortan en nuestro caminar. En uno de los cruces que tomamos vislumbramos los restos semiderruidos de una antigua costrucción. Nos acercamos y descubrimos en los alrededores tres castaños, un cerezo, una higuera y varios membrillos, realmente los que vivían aquí tenían un vergel. El arroyo discurre próximo a la construcción donde la sombra de los grandes quejigos dan un frescor añadido al lugar.

Descansamos y continuamos por la pista, el entorno, más propio de un robledal cantábrico nos producen recuerdos evocadores de excursiones por otras latitudes más norteñas. La pista acaba en un patio de corcho y continuamos por una vereda semi escondida por los helechos. Llegamos a la divisoria entre el valle de Moracha y el de la Armada, aquí una malla cinegética nos impie el paso. A nuestra izquierda y sobre el valle de Moracha divisamos una gran vista, la Sierra de Grazalema, Sierra Bermeja...
Volvemos, desandamos el camino y vamos observando detenidamente el entorno, realmente son las ultimas selvas europeas. Otro ciervo nos sale al paso asustado por nuestra presencia y desaparece velozmente. Nos paramos al pie de un arroyo, los caballitos del diablo revolotean entre los ojaranzos y la superficie del agua.

En este valle nunca falta el agua y con una pequeña choza seríamos felices en este magnífico entorno natural.
Poco a poco vamos acercándonos al lugar de partida y terminando así una marcha increible por uno de los valles más bonitos de los Alcornocales.

Estamos en junio y cuando ya casi todo el mundo estará seguramente en la playa, nosotros descubrimos como existen rincones en nuestra provincia que en estas fechas aun pueden ser visitados.

Juan Aº, Cristina y Juanlu.
10 de Junio de 2007

Ruta en bicicleta de montaña por el valle de Moracha.

martes, 5 de junio de 2007

Parapente biplaza en Montellano (10/03/07)

Hace tiempo que la idea me rondaba la cabeza, ¿como será un vuelo en parapente?. Como buen aficionado a todos los deportes de aire libre esta experiencia no podía faltar. El tiempo pasaba y no me decidía y para mi sorpresa el día de mi cumpleaños unos amigos lo hicieron. Saltaría por fin.
El día que concertamos con Lijasur para volar estaba despejado aunque hacía viento de levante por lo que hubo que cambiar el lugar del salto. Al principio estaba ilusionado en volar desde el Bosque pero el piloto decidió que por la dirección del viento lo mejor era en Montellano.
Mientras nos dirigíamos hacia el lugar de despegue poco a poco la tensión hasta ahora imperceptible empezaba a aparecer.
En Montellano esperamos a otro chaval que también saltaría ese día. Después de carrilear por la loma que hay arriba del pueblo llegamos a un lugar a media ladera donde dos o tres recojían velas para subir más arriba pues no había suficiente viento.
Cuando llegamos a la cima de la colina aquello parecía una feria, alemanes, ingleses, españoles, todos los parapentistas de 30 km a la redonda se habían concentrado allí por ser el mejor sitio para volar esa mañana.
Poco a poco sacamos los trastos del coche del piloto y los vamos trasportando hacia el lugar de despegue donde hay congregados más de 20 pilotos. Tanto tráfico de despegues hace que la emoción y la adrenalina aumenten por segundos. Mientras espero mi turno y que las condiciones sean buenas para nuestro biplaza el levante aumenta y la velocidad a la que pasan los parapentes me producen cierta intranquilidad.
Por fin el piloto me llama y me da el mono, me lo pongo y empezamos con el arnés, las cuerdas el casco, guantes... parezco un madelmán, aquí las piernas ya no las siento, el corazón me golpea fuertemente y procuro aparentar que controlo (¡glup!).
El piloto me da instrucciones y une los arneses al parapente, la suerte está echada, los compañeros me animan pero ya no escucho nada solo intento controlar el estado de tensión que tengo. Posiciona la vela, la levanta, me dice aguanta el tirón... el tirón resulta más fuerte de lo previsto y nos lleva a los dos hacia atrás unos metros, llega uno y me agarra por el arnés el piloto rectifica, ahora arrollo al que me sujeta y casi sin darme cuenta estoy perdiendo pie hacia el vacío... (¡así no me imaginaba yo esto!)
Despegamos, en un segundo nos dirigimos velozmente hacia las alturas. Me quedo mudo, agarrado con las dos manos fuertemente al arnés soy incapaz de pronunciar palabra. El piloto me dice ¿vas bien? solo digo, impresionante... la sensación de salir despedido hacia el vació cogido por un arnés y sin conducir uno mismo resulta más fuerte de lo que me había imaginado. La velocidad a la que circula el parapente me sorprende. La temperatura va bajando conforme subimos y la perspectiva de todo lo que me rodea me parece irreal (y yo quería hacer fotos desde ahí...si, si, cualquiera suelta una mano).
Las condiciones del viento nos hacen girar y girar sobre la ladera, ¡vaya mareito que me está entrando!. Le digo al piloto que el estómago se me está revolviendo y me dice que 6 de cada 10 se marean la 1ª vez... ¿y ahora me lo dices?, no es que así no te sugestionas...¡cáchis!, pues lo mío te juro que no es sugestión, miro al horizonte para controlar el mareo, ¿y el horizonte?, un sudor frío empieza a recorrerme por todo el cuerpo. El paisaje y la velocidad es impresionante pero el mareo... ozú el mareo... Me dice el amigo: saluda a tus amigos ahí abajo, miro y como si fuera en el ave veo pasar la montaña... mayday, mayday, el estómago lo tengo yá en la garganta y aviso, me dice que no sería el primero que vomita en el aire, no, no prefiero que bajes. A la no sé que vuelta sobre la colina aterrizamos.
No me tengo en pié, la tensión por los suelos, blanquito y sudoroso por lo menos no he vomitado. El piloto me dice que como hemos volado menos tiempo que si quiero luego me paso y damos otra vuelta.
Por vergüenza le digo que ya veremos pero mis espectativas han quedado completamente cubiertas.
Una vez recuperada la compostura y más suave que la seda nos quedamos un rato contemplando el espectáculo.
Tiene que ser bonito aprender a volar pero me parece que yo me muevo mejor en dos dimensiones. Una experiencia más que ha merecido la pena pero que no sé si repetiría....
A propósito, el piloto estupendo, un 10 !